La fiesta arranca cada septiembre de forma oficial a través de su gran Pregón. Este septiembre, nuestro amigo festero D. Luis Alberto Marín ha sido el encargado de dar voz a la fiesta y asumir el compromiso de llevar la fiesta consigo a todos los rincones.

Un discurso plagado de referencias personales como corresponde al festero que lleva dentro.

Excelentísimo señor alcalde-presidente del Ayuntamiento de Murcia, querido alcalde.
Querido Presidente de la Federación de Moros y Cristianos, amigo Alfonso.
Excelentísimas Consejeras de Turismo, Cultura, Juventud y Deportes, y de Política Social, queridas Carmen y Conchita, compañeras.
Excelentísima señora Consejera de Turismo, Cultura, Juventud y Deportes, querida Carmen, compañera.
Ilustrísimo señor Concejal de Cultura e Identidad, querido Diego.
Corporación Municipal.
Compañeros del Gobierno Regional y especialmente de la Consejería de Economía y Hacienda.
Autoridades civiles y militares.
Rey Aben Hud y su favorita, Pepón y Rosa.
Infante D. Alfonso y su dama Doña Violante, Félix y Ana.
Festero del Año, Rafael Benedicto.
Abandera Mayor de la Federación, Andrea.
Abanderada Infantil, Blanca.
Embajador Moro, querido Juanjo.
Embajador Cristiano, Virgilio.
Musulmanes de Mursiya.
Tropas Cristianas.

Miren, en el rico lenguaje castellano hay dos palabras hermosísimas que, por desgracia, cada vez usamos menos.
En la cultura de la impaciencia, pocas veces nos paramos a decir GRACIAS Y PERDÓN. Ya, ya sé que es un tópico manido, que esto lo han escuchado ustedes anteriormente, pero me veo en la obligación de detenerme, al principio de este pregón, en estas dos palabras.
GRACIAS a la Federación de Moros y Cristianos de Murcia y, especialmente, a mi querido Alfonso Gálvez por pensar en mí para este alto honor.
Es cierto que Alfonso sabía que no podía decirle que no. Muchos años de buena amistad y de fuertes vínculos entre nuestras familias iban a doblegar cualquier resistencia inicial.
Resistencia inicial no por inapetencia o por desafectación pues, vive Dios, que, como alguno de ustedes saben, las fiestas de moros y cristianos forman parte indisoluble de la historia de mi familia.
Era más bien el miedo insuperable. Miedo a defraudarles, miedo a no estar a la altura de mis queridos predecesores, ese miedo que no es abstracto, sino que es palpable y comprobable.
Por eso les anticipo mi petición de PERDÓN, la segunda de las más hermosas de las palabras.

Pero verán, uno, que ya peina canas, que ya no es el adolescente que zascandileaba por el campamento de San Esteban, hace algún tiempo que abandonó la absurda tentación de enmascarar sentimientos, de interponer una coraza entre lo que siente y lo que dice, entre lo que siente y lo que hace, así que, para intentarles transmitir lo que significan estas fiestas para mí, haré mías las palabras del escritor uruguayo Eduardo Galeano, que decía:
“me gusta la gente sentipensante, la gente que piensa y siente a la vez, la gente que no separa la emoción de la razón”.
Y porque la vida es terriblemente efímera y porque somos momentos, somos instantes, somos las experiencias que compartimos, somos las personas que nos encontramos, somos la felicidad generada, les voy a pedir, os voy a pedir, desde las primeras líneas de este pregón un favor

FESTEJAD, DISFRUTAD, VIVID

Vivid estas fiestas como si fuera la primera vez que las vivís. Vivid estas fiestas como si fuera la última vez que las vais a vivir. Pero Vivid.
Bajo esta premisa, quisiera ser este un pregón hecho desde el corazón, desde la emoción y desde el recuerdo.
Un pregón que fuera un homenaje a la HISTORIA, a la CULTURA y a cada uno de VOSOTROS, los que hacéis de Murcia un lugar tan especial.
Murcia, una ciudad rica en historia y cultura. Una ciudad que ha sido testigo a lo largo de los siglos de acontecimientos que han dejado huella en su identidad.
Porque desde tiempos inmemoriales, Murcia ha sido un cruce de caminos, una tierra donde sus gentes, a pesar de las diferencias, encontraron, durante siglos, maneras de coexistir.

Porque estas fiestas son más que una simple celebración; son un viaje en el tiempo que conecta a los murcianos con su pasado,
Son un precioso homenaje a nuestra historia,
A la lucha de nuestros antepasados
Y a la rica diversidad de nuestra cultura.
Así que, mientras celebramos estas fiestas, no perdamos de vista lo que representan, nuestra historia, la de nuestra Murcia.
De tal forma que, mientras nos embarcamos en esta experiencia maravillosa de ser parte de la fiesta, recordemos que los Moros y Cristianos somos un hilo en el tejido de nuestra historia, de la historia de nuestra Murcia.
No debemos olvidar que nuestro legado cultural no es solo un reflejo del pasado, sino también un compromiso con el futuro.
Como portadores que somos los festeros de esta tradición, tenemos la responsabilidad de mantener viva la memoria de las costumbres y los valores que estas representan.
Fomentar el amor por Murcia, nuestra tierra, a través de nuestras tradiciones, es fundamental para transmitir a las generaciones venideras el significado de ser murcianos. Y ahí, los Moros y Cristianos tenemos mucho que decir.
No dejemos nunca, Moros, Cristianos, no dejemos nunca que se sequen nuestras raíces.
Pero vayamos a lo que hemos venido.
Veréis, si me preguntaran qué destacaría de los Moros y Cristianos, lo tengo muy claro.

Llevo desde pequeño acudiendo a la cita con las fiestas.
Las he vivido muy de cerca y creedme que uno de los sentimientos que más me ha llamado siempre la atención, uno de los sentimientos más predominantes para mí durante estas fiestas es la ALEGRIA.
La alegría desbordante que se puede percibir en cada desfile, la alegría en nuestra cena medieval, la alegría en cada sonrisa de un festero, en cada sonrisa de niño que observa maravillado a los coloridos personajes que pasan a su lado, la alegría en el reencuentro con amigos y familiares.
La alegría que se manifiesta en el bullicio de las calles, en nuestras risas, en la música, en la arcabucería, en los aplausos que resuenan tras cada actuación y en la emoción que emerge cuando vemos desfilar a nuestras cabilas y mesnadas.
En estos momentos, cuando los moros y cristianos están en la calle, la ciudad vibra, los murcianos vibran, como un solo corazón al ritmo de nuestras tradiciones.
Sin embargo, no solo hay espacio, en estas fiestas, para la alegría; también surgen sentimientos de nostalgia. Al ver los banderines ondear al viento, recordamos a aquellos que han sido parte de nuestra historia, algunos de los cuales ya no están físicamente con nosotros.
Este sentimiento de nostalgia nos invita a reflexionar sobre la importancia de honrar a quienes nos han precedido.
Por eso, valga el primer recuerdo para todos aquellos gracias a cuyo inmenso trabajo, hoy estamos aquí.
Aquellos muchos que trabajaron sin descanso en los albores de la fiesta y cuyos nombres han resonado permanentemente en mi casa.

Cuán familiares me resultan los nombre de Juanjo Capel, de Antonio Albaladejo, de Miguel Tarín, de Pilar de las Heras, de Antonio Vallelado, de Carmen Galián, de Joaquín Román, de mi muy queridos Pepe Bagó y Alfonso Gálvez, de Luis Garcia, de Luis Llacer, de Joaquín Roses, de Pepe Dolmar, de Angel Belmonte, de Elena y Clemente, de Antonio Reyes, de Pepe Maylin y su inseparable Loli.
Y de tantos otros que durante 40 años se han dejado la vida para que nuestra fiesta sea hoy lo que es, una fiesta indispensable en nuestra Murcia del alma.
Nuestra Murcia del alma que es el origen de todo.
Una Murcia mora y cristiana, en la que reinan en el mes de Septiembre, magnificentes, cabilas y Mesnadas y que más tarde y a lo largo del año será tomada por nazarenos, huertanos y sardineros.
Una Murcia que te acoge, que te mima, que te susurra al oído como una madre, cálida.
Una Murcia, mi Murcia, de la que es imposible separarse y a la que añoras y deseas volver en cuanto traspasas sus fronteras.
Murcia, tierra de arrullos
Murcia, jardín de flores
Una Murcia, nuestra Murcia a la que, en la canícula del verano, imaginas engalanándose majestuosamente para recibir a los murcianos que han ido a refrescarse a orillas del Mar Menor, y ofrecerles el mayor espectáculo histórico, cultural y festero del año: los Moros y Cristianos.
Durante muchos años, en las idas y venidas a la playa, al salir por el malecón, observaba con una sonrisa indisimulada como iba avanzado el montaje del campamento: ya se ven los arcos, ya se adivinan los huecos de las jaimas y los cuarteles, este año será de nuevo un gran campamento.

Ahora la tarea es más complicada. El acertado traslado al disuasorio impide aventurar desde la carretera el montaje, pero a cambio, hemos ganado, claramente, en comodidad y accesibilidad.
Los días son intensos y las noches, largas, muy largas, pero estamos en Moros y Cristianos y hay motivos más de sobra para celebrar.
Porque Murcia son sus moros y cristianos
Porque no hay Murcia sin sus moros y cristianos
Y por eso, porque Murcia y sus moros y cristianos son lo mismo, hoy, desde esta tribuna os vuelvo a pedir
FESTEJAD, DISFRUTAD, VIVID.
Lejos queda ya el campamento de San Esteban, el sitio natural de la fiesta, aquel lugar inigualable en el que tan felices fuimos y bajo el cual transcurre parte del arrabal de la Arrixaca.
Ese arrabal, ese barrio árabe, en cuya esquina se ubicó una antigua iglesia en la que se daba culto a Santa María del Arrixaca, la que es, posiblemente, la imagen mariana más antigua de la Región y la que fue, por expreso deseo del rey sabio patrona de la ciudad Murcia.
Y así fue hasta el siglo XVIII, cuando tal honor pasó a recaer en la Morenica, en nuestra Virgen de la Fuensanta, en la flor de nuestra vega, en la más guapa, en la rosa cuyo cáliz forman los murcianos con los tiernos pétalos de sus corazones.
Y con la Morenica vuelvo a mis recuerdos y es que, con la subida de la Virgen a su santuario, podíamos decir que las fiestas de moros y cristianos habían llegado a su fin.

Así me viene a la memoria cuando evoco la imagen de mis padres y mis hermanos pequeños llegando exhaustos a casa después de haber acompañado a la virgen hasta el Carmen tras una última y larga noche en el campamento festero.
Atrás había quedado una semana intensísima
Una semana que ahora comienza y en la que los moros, con vuestros trajes ricos, coloridos y que con tanto esmero lucís, simbolizáis la influencia cultural árabe que ha perdurado en nuestra ciudad.
Cada detalle en vuestros trajes, cada abalorio, cuenta una historia, un legado de una época gloriosa.
¿Sabéis lo que sois, moros de Murcia? Un espectáculo de color, de música, de alegría y de murcianía. Eso es lo que sois.
De otra parte, nuestras queridas mesnadas representan a unos valerosos cristianos con armaduras brillantes y vestimentas que evocan la fortaleza y la fe de los guerreros que lucharon por la Reconquista.
Sois historia de resistencia, sois historia de triunfo. Sois el orgullo de nuestra ciudad. Eso es lo que sois, cristianos de Murcia.
Y con vosotros, indispensable, la música, la música que nos acompaña y que actúa como una potente herramienta emocional, que crea una atmósfera de vivacidad y energía.
Instrumentos que suenan con fuerza, tambores que marcan el compás de la historia, y cantos que se levantan al cielo.

Pero vayámonos al principio. Os dije antes que esta fiesta que hoy tengo el honor de pregonar tiene raíces profundas en mi familia. Mi padre, Luis Marín Selva, fue presidente de la Federación en los primeros años 90 y perteneció a los grupos de Almoravides, Ibn Arabí, Mudejares y Abu Al Abbas.
He visto pocas familias que volvieran tan contentas de sus vacaciones veraniegas como la mía. Lo que para el común de los mortales es volver cariacontecido porque se acababa el descanso y se volvía a la rutina, se tornaba felicidad y alegría en mi casa: empezaban las fiestas de moros y cristianos.
Unas fiestas que se vivían todo el año.
Durante meses, mi padre acudía a decenas de reuniones en la federación y en su grupo. Siempre ha sido una persona meticulosa así que todas las horas dedicadas a la preparación de la fiesta le parecían pocas.
El primer día de la fiesta, toda la familia se aprestaba a revestirse con sus vestimentas moras y se lanzaba a la calle. Por delante, días de algarabía, de compañerismo, de familia. Noches sin fin y mucha, mucha alegría.
Mi padre, con su barba negra zaina pareciera un mismísimo almorávide. Mi madre, murciana guapa donde las haya, lucirá durante toda la semana una sonrisa blanca inquebrantable. Mis hermanos pequeños, moros rubios como las candelas, disfrutaran del campamento hasta caer rendidos.
Son las fiestas de Moros y Cristianos. Son días de felicidad. Y como aquella premisa aristotélica que afirma que la felicidad depende sólo de nosotros mismos, me permito deciros digo otra vez
FESTEJAD, DISFRUTAD, VIVID

Y llegará el sábado
Y Murcia, Murcia será un sueño.
Llegará el día grande las fiestas, el día del desfile principal y ese día, ese día, yo, festero y murciano hasta las trancas, seré un moro más y ese día yo seré un cristiano más.
Y con Abu Al-Abbas El Murciano, cabila tan querida, y que me acoge en su fila, con todos sus moros buenos me enseñorearé por las calles de Murcia, recordando al sufí cuyos restos descansan en la más maravillosa mezquita de Alejandría y como él, trataré de buscar en la sencillez y en la soledad el camino para encontrar a Dios. Un Dios moro o un Dios cristiano, qué más da. En mi Murcia no le preguntamos a nadie en quién cree, a quién le reza, en mi Murcia no.
Y con los hermanos de Abenamar, que cumplen ya 10 años, yo también me enamoraré, como el valiente y noble guerrero cuyo nombre portan, de una hermosa cristiana a la que mostraré que ser festero es más que disfrutar de las fiestas, es también ser solidario y comprometido con los demás y juntos, la bella cristiana y yo, acudiremos al campamento a disfrutar del ajedrez solidario. Gracias, moros de Abenamar, sois unos héroes.
Y con el Rey Lobo, con Abenmardenix, con su ballet, con la familia loba, con los higos y con su procesión del pan, me sentiré, al ladico de Pepón, el gran Aben Hud y de Rosa, su favorita, nuestra favorita, parte de la época de mayor esplendor de nuestra ciudad. Y sin que nadie nos vea, convertiremos a los jóvenes cristianos en hijos de la Cora de Tudmir.
Y con los Mudéjares, moros murcianos donde los haya, siete coronas y una media luna y con ese traje que tan familiar me resulta, volveremos a tomar el alcázar mayor, mientras aplaudimos a rabiar a Blanca, nuestra abanderada infantil. Moros mudéjares, sois esencia en estado puro.

Y con la cabila de Abderramán, guerrero valiente, generoso y culto, dos lunas y dos cimitarras, rememoraremos, con Marga y con Valentina, sus abanderadas, la fundación de nuestra Murcia, aquel 25 de junio del 825. Cuánto le debemos los murcianos este gran hombre y cuánto os debemos los festeros a vosotros, moros de Abderramán.
Y con los Almohades, moros valerosos y con sus gloriosas escuadras desfilando majestuosas por la Gran Vía, festejaremos el medio siglo que estuvieron en Murcia prolongando la mayor etapa de esplendor cultural, político y económico de nuestra ciudad.
Y miraré con cariño a mi querida cabila de Ibn Arabí, el murciano que nos enseñó que el combate, que la vida, requiere de propósito firme, recta intención y búsqueda de la perfección. Y como todos los años piropearé a Loli Reyes y le diré lo que es una verdad, que está cada vez más joven y más guapa. Y buscaré, buscaré con la mirada la carroza en la que cada año Clemente y el mismísimo Ibn Arabí se alternan en el desfile.
Y con los Almorávides, moros bereberes de pasión inquebrantable, me pondré la mantica, esa que todavía anda por mi casa y que con tanto orgullo llevaron mis padres y los honraré, como hace un buen hijo.
¡Campamento de la felicidad,
Murcia, mansión de mi solaz y morada de mis placeres!
¡Oh, Murcia mía!,
¡Cuánta delicia y cuanta alegría había en ti, entre arrayanes y bosquecillos”!.
La Toma de Murcia en 1266 fue un acontecimiento crucial que no solo alteró la historia de la ciudad, sino que también tuvo un claro cambio en la dinámica política, social y cultural de la región.
Somos hoy lo que somos porque un día fuimos lo que fuimos, que diría nuestro alcalde.

Y ese cambio hacia nuestro presente lo representan como nadie nuestras mesnadas cristianas. Aquellas que hoy veo, con orgullo de murciano, afrontar la Gran Vía, con gallardía, con paso firme y alegre. Y a ellas me sumo, como un cristiano más.
(Música: Marcha Cristiana Creu Daura).
Y con los Caballeros y Damas de Santa María de la Arrixaca, rendiré culto en San Andrés a nuestra querida patrona
A quien para salvarnos
hizo Dios Madre e hija,
quererla honrar nosotros
no es rara maravilla.
Gracias amigos por mantener intacta esta hermosa devoción. Sois muy grandes. Brindo con grifo con vosotros.
Y con las Huestes de Fernando III, que exhiben con orgullo su magnífico estandarte, con su legión de niños, nuestro futuro, cuidadlos mucho y con los reyes salientes, recordaremos al gran rey, canonizado por la iglesia, que empezó el trabajo que terminaría el Rey Sabio y que sentó las bases de lo que es la Murcia de hoy.
Y llegan los Templarios, objeto de fascinación de historiadores y entusiastas, entre lo que me encuentro, que portáis en el pecho la cruz de 4 brazos, símbolo de búsqueda espiritual y mística. Y os veo, os veo venir con Luis García, el viejo templario a la cabeza, cuya Cruz de Caravaca luzco hoy en el pecho y veo a Félix, nuestro gran Infante Alfonso y a su bella Ana y me digo
¿Quién no ha querido ser alguna vez templario?
Y con la Orden de Santiago y con mis hermanos nazarenos del Resucitado, los Barrera, con Marta, con Encarnita, con Alberto y con el resto de santiaguistas, luciré orgulloso esa hermosa cruz roja cuando vayamos, en conjunta oración, a postrarnos ante la Arrixaca para recordar a los que ya no están y presentarle a los que acaban de llegar. Esperadme, esperadme en la gran queimada, que después de alimentar el espíritu, hay que también cuidar del cuerpo.

Y con los Caballeros y Damas del Rey Don Jaime I el Conquistador, que cada año acudís a la Arrixaca a arrancarles una sonrisa a los más pequeños. Me desmontero ante vosotros y a ante vuestro compromiso solidario. Este año, que presumís de Festero del año, Rafael, hermano nazareno, tomo buena nota de lo que le leí a una de vuestras damas, Lourdes y prometo cumplirlo a rajatabla: al subir el puente de los peligros, abriré bien los ojos, pisaré fuerte la marcha cristiana y sentiré a toda mi Murcia.
Y con los Caballeros y Damas de Jerusalén, con su cruz blanca de 8 puntas como 8 son las bienaventuranzas, visitaré con devoción, no os quepa duda, la capilla en vuestra mesnada y, si aquella bella cristiana de la que os hablaba antes vuelve a caer por segunda vez en error de desposarse con este humilde pregonero, participaremos con vosotros en las bodas sanjuanistas.
Y con los Caballeros y Damas del Infante Don Juan Manuel, figura clave en la historia medieval española, cerraremos el círculo.
Con ellos, con la siempre sonriente Andrea, su abanderada, asistiré, si me lo permitís, a mostrar mis respetos al rey sabio, al rey que dejó una huella indeleble en nuestra ciudad, al rey culto y tolerante, como tolerantes somos todos los murcianos, cuyo corazón yace, por expreso deseo suyo en la hornacina del altar mayor de la fue la mezquita mayor de Murcia, la Santa Iglesia Catedral.
Y digo que cerramos el círculo y dejo en último lugar, conscientemente, a esta mesnada porque quiero detenerme, ya al final de estas humildes palabras, precisamente, en el corazón, ese mismo al que ellos rinden, desde hace casi 30 años, culto.
El corazón, piedra angular de la esencia del hombre. Podríamos vivir sin alguno de los miembros del cuerpo, pero nunca sin el corazón

Tengo para mí que el único secreto del éxito es poner el corazón en todo lo que hagas.
Y las fiestas de Moros y Cristianos son corazón. Corazón que nos permite que, al revivir nuestras tradiciones, se reafirme el mensaje de que la coexistencia pacífica entre distintos, en un mundo convulso, es posible, pero siempre desde el respeto a nuestras costumbres y a nuestras diferencias. Corazón que nos permite a todos a ser embajadores de la unidad, a seguir construyendo un lugar en el que, como ocurre en nuestra querida Murcia, la diversidad sea vista como una fortaleza. Corazón que nos permite no olvidar que estas fiestas son también un valioso espacio para enseñar a los más jóvenes lo que significa ser murcianos. Con cada historia que compartimos con ellos, con cada costumbre que les transmitimos, estamos fortaleciendo su sentido de pertenencia y su responsabilidad hacia el legado cultural que hemos recibido. Por eso, Presidente, hay que seguir implicando a los jóvenes en la organización y celebración de las fiestas.
En este sentido, y para terminar os invito a todos, queridos amigos a, desde el corazón, sumergirnos en esta experiencia única, increíble, mágica que es ser parte de la fiesta de Moros y Cristianos.
Dejemos que la música, el baile y la alegría nos envuelvan.

Formemos parte activa de estos días de celebración, disfrutando con quienes nos rodean y fortaleciendo los lazos que nos unen como murcianos. Mientras disfrutamos de los desfiles y las actividades que con tanto cariño habéis preparado, recordemos que cada sonrisa que intercambiemos, cada apretón de manos y cada abrazo “achuchao” son únicos, son irrepetibles. Disfrutadlos, vividlos. Nos os dejéis esta semana un beso sin dar y un abrazo sin ofrecer. Al llegar al final de este pregón, no puedo evitar sentir una profunda emoción al contemplar el conjunto de tradiciones, de emociones y sobre todo, la fuerza que tiene nuestras Fiestas de Moros y Cristianos. Unas fiestas que, pongo mi empeño de festero, van a tener pronto, muy pronto, el reconocimiento de Interés Turístico Internacional que nos merecemos. Estamos más vivos que nunca, somos más fuertes que nunca. HISTORIA, CULTURA, FAMILIA, TRADICIÓN, eso son los Moros y Cristianos de Murcia, mi Murcia.
FESTEJAD, DISFRUTAD, VIVID Así que, amigos, ¡celebremos juntos! Vamos a levantar nuestras voces moras y cristianas en un canto de alegría y de felicidad. Que el sonido de nuestras risas, que nuestros arcabuces, que nuestras marchas, que nuestros corazones resuenen, esta semana, en cada rincón de Murcia. ¡Vivan las Fiestas de Moros y Cristianos! ¡Viva Murcia!

Pregón de las Fiestas de Moros y Cristianos de Murcia 2024.
Luis Alberto Marín González

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